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martes, 21 de febrero de 2012

Lo que te (m)ata.

Paula sale de clase como cada día pero, esta vez mucho más contenta. Carlos, el chico que le gusta, un chico encantador, la ha invitado a ir al cine con él. Ella, alegre, vuelve a casa después una larga mañana. Come y empieza a ojear revistas de moda y belleza; en concreto y, aunque ella normalmente no suele maquillarse demasiado, se centra en poner atención a un artículo llamado “maquíllate para gustar a los demás”. Tras lo que debería haber sido una relajante ducha, aún con la toalla en la cabeza, empieza a probarse ropa. Primero, una falda corta, muy corta, después otra, y otra más. Finalmente se decanta por una de tela vaquera y color negro que combina, esta vez, a la primera, con una camisa con escote de infarto. Se mira al espejo y bueno, podríamos decir que no le termina de convencer lo que ve, pero a Carlos, seguro, le gustará. Seguidamente comienza a maquillarse. Una base de maquillaje, un toque de color rosa en las mejillas, tres tipos de sobras de ojos diferentes, una en cada parte del párpado, como mostraba el artículo de la revista y, por último, dos capas de máscara de pestañas y rojo pasión para los labios. Se aleja del espejo, se mira. Mira ahora el reloj y deprisa, el móvil, el mensaje de Carlos, para asegurarse de la hora en que la pasaría a recoger.
Se apresura en buscar su colonia favorita, la de las ocasiones especiales, hacía mucho que no la utilizaba. Buscándola se topa con una carta, una carta de Pedro, su antiguo novio, una carta de perdón. En el mismo sobre,  la foto que tanto le gustaba. La foto que se hicieron aquel fin de semana que pasaron en la playa.






 Empieza a recordar cuánto le quería pero, automáticamente, también recuerda el momento en que supo que Pedro le era infiel.


  

La angustia que siente hace que estalle en llanto, en un llanto amargo que refleja un dolor muy profundo que lleva mucho tiempo dentro de ella y que surge inesperadamente cuando menos lo necesita. En un ataque de ira y desesperación, Paula destroza el maquillaje que tanto le había costado conseguir. Y coge el móvil, con la intención de cancelar su cita con Carlos, no quiere volver a sufrir.
Pero vuelve a verse reflejada en el espejo. Se mira de arriba abajo, en su conjunto. Ahora, con dolor, pero ya sin rabia y sin sufrimiento, susurra “te perdono” mientras rompe la foto de Pedro y arroja los cachitos a la basura. Corre al baño, se lava la cara con agua fría, un agua que arrastra esas lágrimas negras. Y, no sin antes cambiar su ropa por un bonito vestido blanco, coge de nuevo su móvil y teclea: “A las 8:00 es perfecto”.










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